lunes, 31 de agosto de 2009

Maldita soledad, esa compañera que viene a verme cuando todos se van. Maldito corazón, que se siente tan solo. Debe aprender, aunque sea a fuerza de sufrir, que tiene que ser fuerte porque nunca estará lleno. Debo acostumbrarlo al dolor de saberse ignorado, a la agonía de latir sin sentido. Y estos estúpidos ojos, que vierten lágrimas por nadie en concreto y por todo el mundo. ¿Acaso no han tenido ya bastante? No hay peor tristeza que la que no tiene razón de ser. Cuando estás triste por algo, al menos sabes qué debes solucionar en tu vida. Pero así, es difícil. Odio ser así y lucho cada día por cambiar esta cabecita que está a punto de estallar.